Al igual que decía cuando hablaba del retrato, también tenía ganas de pintar un puente romano, de los que por la zona existen, pero no quería hacerlo con los paisajes propios de aquí, como el de San Miguel, por lo que opté por pintarlo en un paisaje imaginario que plasmé y aquí está el resultado. Es un cuadro con colores poco “vivos”, con predominio de los verdes y marrones. Tiene unas dimensiones algo mayores que el tamaño A4 horizontal. Representa un día con el viento en calma, con no mucha luz del día y dándole más importancia al primer plano donde se encuentra el puente como protagonista.